Memoria de mi vida

Llevo treinta y cinco años escribiendo mi memoria personal, la cual comenzó con mis primeros recuerdos de infancia: despertarme cada mañana, asistir a la escuela y ver a mis abuelos.

Recordar cómo mis amigos y yo pasábamos horas jugando al aire libre y cómo de pronto aparecían tormentas de verano. Cómo desayunábamos acompañados del aroma de los panes recién horneados de la abuela. Recuerdo los partidos de fútbol con los amigos los domingos y cómo nos volvíamos más fuertes al correr, saltar y construir castillos de arena.

Me evoco la típica fiesta familiar, con mis abuelos que vinieron a visitarnos, la comida preparada por mi mamá en la cocina, las risas de mis hermanos y hermanas, los juegos y, claro, la música. Y los cumpleaños, sí, los recuerdo de forma entristecida, como todo el resto.

Por supuesto, tengo recuerdos de tristeza también: el día en que mi abuelo oyó que ya no estaban vivos aquellos a los que él calificaba como seres amados a quienes había apostado. También recuerdo con tristeza cuando falleció mi hermano pequeño a los siete años de edad. Y, por supuesto, aquellos años difíciles en que tuvimos que luchar para llevar una vida como nos gustaba.

Todo esto me ha ayudado